* En memoria de Juan Montenegro
Raymundo Colín Axolotl
Juan Montenegro arborece en su pintura, y dentro de un bosque de colores cálidos y fríos se genera en un sinfín de posibilidades y de formas que sólo la madre naturaleza es capaz de hacer.
A Juan Montenegro lo he visto físicamente un par de veces, suficientes para percatarme de su afabilidad y humanismo, así como de su compromiso con la pintura, oficio que, según mis fuentes, viene desempeñando desde las postrimerías de la década de los ochenta, exponiendo lo suyo y enseñando su don a alumnos de secundarias y preparatorias, tanto de Neza como de otras latitudes.
Montenegro para nada es un árbol torcido, esto lo digo en antítesis a la exposición de su autoría, que en septiembre de 2005 se exhibió en el Centro Regional de Cultura de Ciudad Nezahualcóyotl y que él nombró Árbol que crece torcido. La exposición era cúmulo de óleos de buen tamaño, con títulos sugerentes: Sueños rotos, Camino de ilusiones, La flota… que muestran la multiplicidad de variantes y posibilidades de su personaje principal: el árbol.


El árbol, brazo de nuestra madre tierra que se eleva para amarnos, para brindarnos sombra y alimento, techo y alegría, para cuando lo requiramos, y, agotados, decidamos hacer un alto en el trafalgar de nuestras vidas.
Juan Montenegro, árbol de la pintura nezahualcoyotlense, luz y sombra, fuego y reposo, rama expresionista que se reproduce en frutos, para que nosotros nos los comamos con la mirada, y así saciar de estética nuestro espíritu.
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